
Francesca Woodman (1958–1981) fue una artista estadounidense cuya obra sigue desafiando el paso del tiempo. A más de cuatro décadas de su muerte, sus imágenes en blanco y negro continúan seduciendo por su intimidad, su misterio y su sensibilidad radical. Su aproximación al autorretrato, al cuerpo femenino y al espacio arquitectónico la han convertido en una figura de culto, cuya visión sigue inspirando a generaciones de fotógrafxs y artistas visuales.
Comenzó a fotografiar a los trece años. Al graduarse de la Escuela de Diseño de Rhode Island en 1975, ya había desarrollado un lenguaje visual único, profundo y maduro, donde el cuerpo se desdobla, desaparece y se transforma frente a la cámara.
Francesca murió a los 22 años. Podría haber sido solo una nota trágica en la historia de la fotografía, pero su obra fue —y es— demasiado poderosa para pasar desapercibida. Su trabajo conmueve, cuestiona, permanece. Su legado nos invita no solo a mirar, sino a preguntarnos: ¿qué imágenes más habría creado, si hubiera vivido más tiempo?








